Al iniciar la investigación sobre el conflicto bélico de Malvinas, el frío fue lo más impactante, resonó en mi mente durante todo el proceso de investigación. El frío no sólo está relacionado con el clima propio del lugar, intensificado por el carecer de ropa y calzado apropiado, sino también con el frío interno, el frío que te hiela de golpe al enterarse que tenés que dejar todo para ir a una guerra. El frío de irte lejos de tu hogar, lejos de tu familia, de tus amigos. El frío que paraliza como el miedo, el frío que mata como una bala, el frío que congela de muerte, el frío de la vida rota.

Estas experiencias de soledad y desarraigo se mezclaban con breves momentos de camaradería y compañía, al recibir noticias desde el continente por cartas de familiares o, incluso, desconocidos que enviaban cálidos mensajes a los soldados para dar ánimo y ofrecer acompañamiento mediante la palabra. La obra trabaja desde la poética utópica de brindar cobijo, de remediar, de “rescatar” a esos jóvenes enviados a pelear una guerra que no eligieron.

Extractos de cartas de soldados a sus familias: 
“De no llegarnos la ropa de invierno, no sé si nuestros cuerpos resistan”
“la lluvia es casi permanente, las posiciones se nos inundan, la ropa se humedece y es casi imposible de secar.”
“El frío es cada vez más insoportable”
“Contestame lo más rápido posible así tengo noticias de todos ustedes”
“¡Por favor quiero tener noticias! No dejen de escribir”
“Hacía un mes que no tenía noticias de ustedes ¿Saben cuánto los extraño? A veces me dan ganas de gritar fuerte para que me escuchen ustedes.