La manifestación artística del dibujo ha ejercido un magnetismo en mi atención desde mis primeros años de vida. A diferencia de otras expresiones artísticas, el dibujo establece conmigo un nexo emocional tanto directo como indirecto con el sujeto y su representación. En esta perspectiva, el dibujo se erige como un lenguaje de alcance global, trascendiendo las prohibiciones culturales y geográficas, y permitiendo una comunicación de ideas, emociones y pensamientos. En el acto de dibujar, me sumerjo en un diálogo íntimo con mis recuerdos. Cada trazo delineado deviene en un vínculo con los episodios pretéritos, otorgándome la capacidad de reconstruir panoramas y revivir sensaciones con una intensidad palpable y genuina. Es verdaderamente sorprendente cómo un sencillo gesto sobre la superficie puede evocar imágenes latentes en el rincón más profundo de la memoria.