En la segunda mitad del siglo XIX Medellín contaba con el corregimiento El Poblado que tenía fincas productoras y varios caseríos donde vivían familias humildes trabajadoras, uno de estos caseríos se conoció como la Loma El Garabato. Aunque a mediados del siglo XX el corregimiento El Poblado se adjuntó al perímetro urbano de Medellín, no fue hasta 1979 que la Loma El Garabato tuvo nomenclatura. Antes de la llegada de la ciudad estos caseríos solucionaron necesidades básicas como el acceso al agua a través de acueductos autogestionados, aprovechando la riqueza hídrica del sector.

El cambio del uso del suelo de rural a urbano y la posterior aceleración del mercado inmobiliario en las últimas décadas, ha provocado que barrios como El Garabato de estratos socioeconómicos bajos (1, 2 y 3) se vean acorralados por los más altos (4, 5 y 6) quienes constituyen el 96% de la población de El Poblado. Actualmente, algunos acueductos comunitarios siguen en funcionamiento, pero se han enfrentado a diferentes problemáticas como la contaminación de sus aguas, la privatización de los suelos, la cercanía de las construcciones a los afluentes y la falta de una ley que promueva el respeto y la protección de estos acueductos comunitarios basados en una economía solidaria. Aunque el acueducto en un inicio fue el cohesionador de la comunidad, en el contexto urbano actual es una evidencia de las transformaciones que ha tenido El Garabato y del declive en la cohesión social de su comunidad, pues la defensa y el sostenimiento del acueducto está en manos de las últimas generaciones sin pistas de un relevo generacional.

Cauces es un paisaje sonoro compuesto por el sonido de la quebrada La Marucha y el acueducto El Garabato que trae consigo una memoria de las transformaciones a lo largo del tiempo, audibles en la naturaleza y la ciudad, las cascadas y los tanques. El paisaje sonoro fue expuesto en el barrio El Garabato, para de alguna manera acercar el acueducto a sus habitantes, pues, no todos lo conocen o hacen uso de él. La intervención artística en el barrio plantea la participación de sus habitantes para la activación del espacio con la conversación y el dibujo de sus memorias a través de la tiza, un elemento frágil que alude a una memoria colectiva y un acueducto en peligro.