MUNAD

Raúl Alejandro Martínez Espinosa

Rituales para un Nido

VISIONES

En este apartado se relacionan experiencias de di- bujos que realicé después de una limpia para “sa- nar el útero” durante una madrugada en la sabana de Bogotá. Está compuesto por una serie de dibu- jos que refieren a esta experiencia, así mismo, apa- rece un trabajo llamado Tabaquitos, esta es una serie de figuras con rostros que sirvieron como medio para pedir permiso a la naturaleza antes de la limpia. Algunas ancianas, brujas y parteras con- sideran que antes de hacer una fogata para los ri- tuales es necesario encender un tabaco y fumarlo entre los participantes.

Acercamientos previos

ACCIONES

Refiere al registro de las diversas experiencias de preparación antes de la concepción y unas reflexiones durante una de las limpias que ayudaron a destrabar lo que no funcionaba. Esta compuesta por los apartados de “Instrucciones para una limpia”, “El tambor y lluvia”. Son tes- timonios de algunos episodios que viví junto a mi compañera durante los rituales. Después, presento el pagamento de las hierbas, que fue una acción en la plaza de mercado del barrio Restrepo y en la exposición Rituales para un nido en la UNAD, este proceso se realizó cuatro años después de los primeros rituales y refiere al agradecimiento a la vida por la salud y el bienestar de mis hijos Gabriela y Federico.

Por último, “siembra de la placenta” es acción que ocurrió tres años después de los prime- ros rituales y un año antes del pagamento de la hierbas. Aborda el tema de la siembra de la placenta y sirvió de insumo para el video Nido y Siembra. Sobre esta acción se presenta otro texto de Ricardo Hernández Forero.

El tambor

Una noche en luna llena la tierra debía prepararse para la limpia. Se encen- dió una fogata y mientras las brasas ardían hicimos un círculo alrededor. El fuego se encendió en un potrero cercano a la finca en donde íbamos a dor- mir. Los sonidos de la noche comenzaron a apagarse y cerca de las doce los crujidos de la madera se hicieron más intensos.

Dos personas tomaron un tambor Lakota y comenzaron a tañirlo. La música de agudos cánticos indígenas acompañaron la preparación del terreno don- de debería llevarse a cabo la limpia. El frío nos juntó. El tambor adquirió un ritmo constante y se acallaron los cantos. La abuela encendió con la lumbre de la fogata un tabaquito. Rotamos el tabaquito dando un par de caladas. La partera y la abuela hicieron unos gestos extraños, una suerte de pases de conjuro. Nos miramos en silencio con mi esposa. evité mirar a las otras per- sonas y me puse a divagar en los hierbajos que comenzaban a chamuscar en la base de la fogata.

No recuerdo cuántas horas más pasaron. Una densa niebla invadió nuestro encuentro. El fuego intenso se redujo a pocas cenizas y entonces la partera nos indicó que era hora de dormir. A la madrugada comenzaría el ritual para limpiar los males. Para destrabar las taras. Para llamar la nueva vida.

La lluvia

Las gotas fueron leves. Una llovizna que fue en aumento y terminó en un fuerte aguacero que oscureció el cielo. Los naranjos se lavaron y el sonido del caudal del río arremetió acompañado de los truenos. Los relámpagos iluminaron la tarde agónica.

No podíamos salir. La lluvia intensa nos cerró los caminos. Solo mirába- mos en un profundo silencio lo azaroso de la naturaleza. Los cambios que de súbito movilizaban o paralizaban la vida. Durante la lluvia, yo pensaba en la pérdida. En “nuestra” pérdida. Ese evento de una vida fallida. Trun- cada tan solo a semanas de gestación. Una incopatibilidad de leucocitos, dijo el doctor.

Ya había escrito a mi hija Alejandra a propósito de la lluvia. Alejandra que no habitaba ya este mundo, que partió en medio del estupor y una pre- gunta acerca de la fragilidad de la vida que se esfumó y que rondó en mi cabeza por casi veinte años. Volvía la lluvia. Volvía el evento que había vivido. Volvía mi mudez. La lluvia. El sonido de esas gotas en mis manos.

Después de la límpia de los tabaquitos en la sabana, la lluvia y sus sonidos varios me recogen y ya no me paralizan.

Pagamentos de las hierbas

El pagamento es un acto simbólico para agradecer a la vida. Es una acción para com- partir, en este caso, una bebida dulce con las demás personas. Realicé estas acciones porque en el proceso de acompañamiento en la gestación, nacimiento y crianza de mis hijos todo ha salido bien. Además, es un cierre simbólico para los rituales para un nido.

Hice un atado de yerbas de cedrón, manzanilla y yerbabuena (dulces), luego las puse a hervir en una olla de barro y convidé estas infusiones en la plaza de mercado El Res- trepo en Bogotá. Unos meses después, en noviembre de dos mil diecinueve, repetí el ejercicio con los asistentes a la exposición Rituales para un nido en la sala de exposi- ciones de la UNAD.

SIEMBRA

Un relato de Ricardo Hernández Forero

Dos niños recorren el lugar, parecen reconocer elementos que a los adultos escapan. En su deambular observan y se detienen sobre diferentes elementos, como si tuvieran un propósito premeditado. Se escapa a mi comprensión la motivación que conduce sus pasos a lo largo del prado. La inocencia los dota de objetividad, ven cada lugar con un potencial inigualable, parecen ser mas conscientes de la finitud de las cosas.
Acompaño a una familia. Se trata de Gabriela y Federico; y a sus padres, Natalia y Alejandro. Entre los dos intentan guiar a sus dos hijos por el parque: los cercan para evitar que vayan muy lejos, se preocupan por ellos. De hecho es por eso que estamos allí, por ellos. Por los hijos y por los padres, por la familia. Yo soy un invitado, recorro por el parque mientras veo la forma en que interactúan los cuatro. Dialogan, hacen acuerdos, se organizan. Estoy encargado de grabar, de registrar un rito guiado por los padres: El cierre de un proceso que han venido desarrollando desde hace ya unos años.
Alejandro y Natalia han guardado durante todo este tiempo la placenta en la que alguna vez estuvo habitando Gabriela. Esa placenta que normalmente se desecha y se olvida en depósitos de hospitales, esa misma que algunos animales suelen comer para recuperar energías vitales después de parir. Hoy es un elemento que hace parte de un rito. La traen consigo al parque, depositada dentro de una pequeña olla de barro, conservada en medio de sales. También traen una planta, un pequeño arbusto listo para ser sembrado, una pala y un poco de tierra.

Los cuatro recorren el parque, después de un rato elijen un lugar apropiado, uno despejado. Instalo mi cámara y comienzo a grabar la forma en que entre los cuatro cavan un hueco, uno lo suficientemente amplio para enterrar la placenta y sobre ella sembrar el arbusto. Los niños colaboran, tal vez tomándolo como un juego, uno más en familia. En el futuro podrán comprender que esa acción correspondía a un momento de transición en que le daban gracias a la tierra por haberles dado la oportunidad de estar juntos. Gabriela toma la placenta con la que fue una en algún momento, y la deposita en el fondo del hoyo. Junto con Federico comienzan a llenar el hueco y en poco tiempo ya han cubierto la placenta con tierra. Sobre la placenta, Alejandro ubica el arbusto y entre los cuatro comienzan a sembrarlo, agregando tierra, ramas y pasto. Cada tanto los niños dan carreras alrededor del sitio, recorren y juegan. La placenta ya hace parte de la tierra, ahora está acompañada por otra forma de vida que funciona como una ofrenda hecha por la familia. Esta siembra representa una muestra de gratitud con la vida misma.
Al terminar la acción, algunos resultan con tierra en su ropa, otros con los zapatos untados de barro, o con ganas de seguir corriendo y jugando. Alejandro explica a sus hijos el cuidado que deben dar a esa planta de ahí en adelante, de la atención que deben brindar para propiciar que crezca. Nos despedimos y ellos toman su camino.
La placenta, rodeada de tierra, rocas y raíces, allí en la oscuridad, se funde con la tierra misma, se desintegra poco a poco mientras animales toman los nutrientes de ella que consideran necesarios para su vida. El arbusto se alimenta de todos estos nutrientes y crece. En un momento ya no hay diferencia entre la tierra y la placenta, son uno solo. Para la familia, esta acción equivale a un cierre de un proceso. Un símbolo; una forma de organización y agradecimiento frente las adversidades, dificultades y oportunidades que implica la conformación de una familia.

TEXTO CURATORIAL

“Rituales para un nido” nos presenta la experiencia de vida de un hombre que deviene padre, nos muestra un proceso biológico que devela unión entre dos personas. Nos brinda la posibilidad de divisar parte de un proceso de preparación personal para el recibimiento de un hijo en una familia. Raúl Alejandro Martínez establece su experiencia de vida como parte de su obra y, a su vez, nos permite comprender el planteamiento artístico propio como una forma de vida.

La conformación de un núcleo familiar llevó al artista a indagar en diferentes prácticas ancestrales y de medicina tradicional; junto con su pareja, desarrollaron un proceso para la comprensión de ese ejercicio de conformación de una familia. Ese ejercicio se fue configurando de forma análoga a la realización de la obra, en el sentido que implicó la exploración de diversas sensibilidades, escenarios, prácticas y ritos. “Rituales para un nido” es una obra que surge a partir de la experiencia vital del nacimiento. El proceso de gestación y nacimiento humano implica una serie de prácticas, rituales y modificaciones de la realidad para los padres de la nueva persona que llega al mundo, tanto el embarazo como el alumbramiento constituyen hitos en la historia personal y en el desarrollo universal.

Esta publicación nos guía a lo largo de una serie de registros de la experiencia de ese hombre/padre, que busca establecer relaciones acerca de los rituales de alumbramiento y la experiencia autorreferencial de la gestación y la crianza. El planteamiento de Raúl se ve especialmente influenciado por ese sentido ampliado del arte, trabajado por Joseph Beuys; dicho artista plantea que ese sentido instaura en las propuestas de construcción de imagen una práctica cotidiana, cercana a las personas, un arte vital que permea la vida diaria y ordinaria como un mecanismo de autoconocimiento y liberación. Beuys, además de esto, afirma que todo hombre es un artista y propone que “lo importante del arte es liberar a las personas” y que, por lo tanto, el arte es para él es la ciencia de la libertad.

Esta noción de sentido ampliado del arte está presente en “Rituales para un nido”, desde su punto de partida de un interés personal y de una búsqueda de pareja, hasta la forma de materialización de la obra/proceso; haciendo uso de diferentes formas de registro, indagaciones, entrevistas, acciones y representaciones de partes del proceso, anterior y posterior al alumbramiento.

El acto de buscar representa para Raúl la base del desarrollo de su proyecto, de vida y de obra. Es por esto que intenta plantear las preguntas adecuadas para guiar una búsqueda personal y la vez una práctica artística. De acuerdo a esto, el nido nace como un punto de partida, y las preguntas acerca de cómo adaptar el espacio para habitar, cómo transformar y representar ese espacio. Construir un nido es una acción muy primitiva, una forma muy animal de transformación de la realidad para guarecer y rodear a la nueva especie que llega con fragilidad a un ambiente hostil. El nido puede ser una estructura, compuesta por diversos materiales, utilizada por diferentes especies para preparar la llegada de sus crías; un nido puede ser un receptáculo de experiencias vividas, un hábitat, una forma de creación de vivencias, un medio para propiciar la convivencia y la discusión.

Las secciones del libro hacen las veces de un camino recorrido antes, durante y después del nacimiento de la hija del artista y su pareja. Raúl y Natalia. Cada sección corresponde a uno de los procesos de búsqueda antes comentados. Al inicio, la sección Visiones, nos enseña 

representaciones poéticas de anhelos, frustraciones, deseos y conflictos que, como grafos propios de la infancia, mezclan momentos vividos con impresiones de la realidad presente; corresponde a una fase inicial, de autoconocimiento y de aclaración de los objetivos por concebir una vida en compañía de una pareja. La sección “Acciones” enseña fases propias del rito de preparación para la concepción de la criatura; procedimientos realizados por el artista y su pareja para simbolizar y marcar una transición de un estado a otro. Estas acciones se subdividen en temporalidades, algunas realizadas antes y otras después del alumbramiento. La sección “Siembra” corresponde a un momento de agrade-cimiento; una muestra de gratitud a la vida misma, representada por la tierra y la naturaleza, por haber permitido la creación de una nueva vida. Finalmente, la sección “Instalaciones” nos permite visualizar diferentes formas de materialización y exhibición que ha tenido este proceso en diferentes espacios de exposición artística.

ACERCA DEL AUTOR

Raúl Alejandro Martínez Espinosa

Pasto, 1975

https://www.raulalejandromartinez.com

Publicista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, especialista en Periodismo de la universidad de Los Andes y magister en Artes plásticas y visuales de la Universidad Nacional de Colombia. Ha sido docente de la Facultad de Artes de la Universidad Distrital, La universidad Pedagógica Nacional y otras universidades de Colombia. Ha participado en exposiciones individuales y colectivas. Actualmente es líder nacional del programa de Artes Visuales de la UNAD, líder del grupo de investigación intersecciones digitales, editor general de la revista de divulgación Back Projection y Consejero Distrital de Artes Plásticas y visuales.