MUNAD

Supervivo – Fanzine en Cuba

Ricardo Hernandez Forero

La movida fanzinera en Cuba

Es particularmente difícil para el viajero salir del cercado turístico de La Habana Vieja. La situación de Cuba merecería cientos de observaciones (los prejuicios se rompen tanto en quienes apoyan de alguna forma el estado actual de la isla, como en quienes están en su contra), pero lo cierto, claro, es que nada puede brindar una imagen certera de Cuba como transitarla. La experiencia en las librerías de La Habana fue, así, esencial. ¿Cómo funciona el campo de la edición en Cuba? ¿Por qué se repiten tantos libros en los diferentes estantes? ¿Qué se exporta e importa? Pero, sobre todo, ¿dónde puede el viajero encontrar a los escritores y artistas jóvenes? Además de entrar en contacto con el grupo reunido alrededor de la revista Confluencias, tuve la oportunidad de conocer una galería que, a diferencia de las galerías que había tenido la oportunidad de visitar hasta ese momento (todas centradas en la pintura), estaba inaugurando, justamente en ese momento, una exposición de fotografía (“face2face”, con trabajos de Frank Batista y Marlon White). En la galería Cubaneoarte pude entrar en contacto, así, con algunos artistas jóvenes. Y, al brindarme Orlando Gutiérrez –a quien quisiera agradecer aquí– un espacio para hablar unos días después en Cubaneoarte acerca del proceso de La Facultad – Casa cultural itinerante (proyecto que nació para hacer patente la ausencia de una Facultad de Artes en toda la Orinoquía colombiana), de la movida fanzinera en Colombia (tuve la oportunidad de mostrar fanzines y stickers hechos en Villavicencio, Bogotá y Envigado) e invitar a los artistas presentes a participar en La Facultad, conocí a Mauricio Vega, quien me presentó el fanzine Supervivo y, tras regalarme algunas copias, me comentó que el referente principal había sido el contacto con unos fanzines colombianos. Ante la invitación extendida por Ricardo Hernández de la UNAD –a quien también quisiera agradecer aquí– para realizar algún proyecto en conjunto, me pareció importante tocar el fanzine como un problema clave para pensar en Cuba. El propósito de esta exposición no es otro, así, que brindar la oportunidad de conocer, de primera mano, algo de lo que ha hecho el Colectivo Supervivo, que reúne en esta publicación a artistas de diversos rincones de la isla. Escuchemos lo que tienen que decir.

Sergio Salgado

La Facultad – Casa cultural itinerante

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Es la paradoja de esta palabra lo que tomamos por nombre: implica supervivencia (mantenerse a flote) y súper vivencia (vida al máximo). Supervivir puede significar eso, una vida apasionante que conlleva lágrimas, estrés, sueños, milagros y fe. Supervivir implica romper rutinas degradantes, elevarse por encima de las dificultades, desesperanzas, impedimentos y postergaciones. Nace de la confianza en el mejoramiento del entorno, pero también de la convicción de que cualquier mejoría comienza por uno mismo. Es una filosofía de vida que se proyecta desde el individuo hacia la sociedad.

Todo lo dicho antes es, en una palabra, Supervivo, el corazón de nuestros esfuerzos creativos, el matrimonio entre idea, texto, imagen y sociedad. Supervivo es una declaración. Nuestra labor y la de todo superviviente es, finalmente, hacerla suya. Trabajar conscientemente haciendo del cotidiano día a día un escenario para provecho de todos alrededor. Una súper vida que se súper vive superviviendo.

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Yoe Suárez

Periodista y autor de varios libros de no ficción merecedores de lauros como Finalista, Beca Michael Jacobs 2016, el premio más importante de crónica de viajes en español), y Mención Premio Casa de las Américas 2017. Ha merecido el Premio Nacional de Periodismo Cultural Rubén Martínez Villena en 2013 y 2017. Premio de Reportajes Editorial Hypermedia 2017 y 2018. Ha publicado en Vice, Univisión, El Estornudo, y la plataforma holandesa RNW. Fue corresponsal en Cuba del canal estadounidense CBN en La Habana entre 2014 y 2017. Es también director y guionista de documentales.

Golpes Supervivos

Ahora tanto se habla de medios alternativos nacidos en el país, de un «boom», de una «oleada» (a la gente, empezando por mí, nos gustan las etiquetas). Pero lo cierto es que todas llegaron tarde. Supervivo dio primero. Supervivo dio dos, tres, cien veces.

Dio por la constancia; la semilla del fanzine nació en 2008 como Misión Calle, y hace cuatro ya, cambió de nombre. Dio por la permanencia; los supervivos no cobran un céntimo; para imprimir, por ejemplo, se hacen hoyos a sus bolsillos con las tijeras de un sueño. Dio por las sinergias con otros proyectos, incluso institucionales, como la Bienal de La Habana, el Salón de Arte Contemporáneo o la revista Hazlink del Consejo Nacional de Artes Plásticas.

Los números de Supervivo son verdaderas obras de arte. Si una fortaleza tiene su pequeño grupo de hacedores es la visualidad. Creativa, hecha en casa, sin los cómodos y habituales préstamos de Internet.

Única publicación independiente que marida el dibujo y el texto de un modo tan poderoso. Rara avis. Entre las estatales quizá solo El Caimán Barbudo lo hace, pero sin tal exuberancia.

El núcleo de Supervivo eclosionó, básicamente, de las aulas del habanero Instituto Superior de Diseño. Diseñadores que, con cierta fortuna, se sientan a escribir. Hacen poesía, micro crónicas de corte social, hablan de películas. Citan a Santiago Feliú, toman textos de Walt Withman y C. S. Lewis. Gustan de armar textos breves, acompañados de la jerga de la calle; otros, con mensajes cifrados. Quieren avivar en los jóvenes esos valores dormidos, que padecen de la tirisia social. «Pero sin teque», apuntarían los supervivos. Todo eso está en este libro-recuento que llega a usted.

Tal espíritu renacentista, de hombres orquesta, de humanistas, locamente (pudiera parecer), está sustentado en un cristocentrismo meridiano, orgulloso de sí mismo. Los muchachos sobreviven, 

porque les afecta lo que a cualquier cubano, pero Súper-viven, porque siguen un llamado intenso y una vocación de servicio. Mientras, como ese inmenso cronista que fue Héctor Zumbado, gozan de la ironía y el costumbrismo y, asiduos neologistas, inventan palabrejas para nombrar lo que ven en esta islita patas arriba.

Supervivo es el oasis cubano (discreto, breve, fresco, en fin, oasis) entre los proyectos editoriales independientes. Se han sumado a sus orillas, como colaboradores más o menos estables, jóvenes del mundo de las letras y artistas como Nestor Siré. Y los lectores, que paradójicamente no están en las Iglesias, cuentan por cientos entre los universitarios. En la Central de Las Villas, de la ciudad de Santa Clara, cuentan con lectores que reclaman les llegue el fanzine, a veces se agotado en la misma Habana.

¿Cómo una hoja impresa en blanco y negro, doblada a la mitad, distribuida por el azaroso oleaje de la clandestinidad, puede conectar con una generación digital, que prefiere el glamour, la cultura envasada por grandes cadenas?

Quizá porque hablan de lo que hablan los locos, literalmente, como Edlo, el de Centro Habana, que gusta de dar sus discursos en las paradas: «Quien no conoce su Historia está condenado a repetirla. Pero si la conocemos y aún así la repetimos, ¿a qué estaremos condenados?»

Quizá porque hablan los supervivientes de luchar, pero usando las armas correctas. Nunca la violencia. Porque «el bien es el bien, no existe tal cosa como el bien mayor; y el daño es daño, no existe ese daño colateral».

Quizá porque no les tiembla el dedo al señalar la relativización de valores en la sociedad moderna en un deleitable texto distópico titulado «Libertad de cálculo». O cuestionarse la diversidad en cuanto a decisiones sexuales que tanto se pregona, cuando la virginidad como decisión es objeto de bulling. O como la hipersexualización, el no mostrar media nalga o escote, presiona a cientos de jovencitas.

La quinta edición del fanzine sorprendió a sus lectores con palabras de algunos célebres, como el cantante puertorriqueño Marc Anthony y el profesor cubano Manuel Calviño, versionando algunas líneas que los identifican en exclusiva para la publicación. «Muchas gracias a todos», dijeron los editores y reprodujeron las frases.

El personaje de Pánfilo Epifanio, entonces, declaró que «Supervivir es otra historia, otra historia». Marx, por su parte, dijo que un fantasma recorría la isla, «el fantasma del supervivismo».

Yo, en lo personal, me quedo con el bocadillo de ese guajiro en armas permanente que es Elpidio Valdés: «¡Superviva Cuba libre!»

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