Esta obra rinde homenaje a Pedro Claver (1580–1654), sacerdote jesuita español conocido por su incansable labor humanitaria con los esclavos africanos que llegaban a América del Sur. En una época en que la sociedad negaba su humanidad, Claver se dedicó a brindarles consuelo físico y espiritual, siguiendo el ideal jesuita de "buscar a Dios en los hombres y servirles como imagen de Dios", inspirado por el santo Alonso Rodríguez. Fue enviado a Cartagena de Indias en 1610 y, tras ordenarse sacerdote en 1616, dedicó el resto de su vida al cuidado de los esclavos que llegaban en condiciones infrahumanas. Con la ayuda de un intérprete, los recibía en el muelle con comida y atención médica, y les ofrecía acompañamiento espiritual desde el primer contacto. Durante más de tres décadas, Claver bautizó a miles de esclavos y atendió a enfermos, leprosos y prisioneros. Su acción solidaria desafió los valores de la época y lo convirtió en un símbolo de compasión y resistencia moral frente a la deshumanización. La escultura de San Pedro Claver representa la lucha contra la desigualdad racial en Cartagena. Debido a la labor de Claver a favor de los negros esclavos y los indígenas despreciados. Es el símbolo de una lucha por la resistencia de una mayoría segregada que por sus condiciones socioeconómicas es ubicada como minoría. Esta obra pública es un punto estratégico de visita para el turismo en Cartagena, es un conjunto de cualidades que hacen que está obra se haya convertido en una visita obligada, el significado que tiene, el creador de la obra y el lugar donde se encuentra.
El proyecto lanzado en 1977, nunca se completó. Los materiales artesanales como el bronce fueron un desafío artístico para los maestros en los años 80 y 90, y la creación de obras en tres dimensiones permitió a los maestros trabajar en nuevos medios. Una de sus últimas obras en utilizar este material fue la escultura San Pedro Claver (1999-2001), comúnmente considerada como un monumento a Cartagena y la costa Caribe.