Esta obra representa un ritual en sí misma, una activación simbólica de la cosmovisión muisca del tiempo. En muysccubun, la lengua ancestral muisca, el ciclo denominado “Yca ata yn maquinza chueta” señala un momento de profunda recolocación cósmica. Las palabras “Yca ata” pueden interpretarse como “primer paso” o “nuevo comienzo”, mientras que “maquinza chueta” alude a una “gran apertura” o “descarga espiritual”. Esta expresión encapsula el cierre de un ciclo y la apertura de otro en un solo acto ceremonial, revelando una comprensión del tiempo no como una línea recta, sino como una espiral sagrada en constante renovación. La escultura encarna distintos simbolismos, su cabeza rectangular está coronada con figuras que recuerdan glifos o pictogramas, posiblemente escritos en muysccubun, lo que sugiere un vínculo directo con la palabra y el pensamiento ancestral. Las orejeras circulares evocan la sabiduría y el estatus jerárquico, elementos comunes en la representación de figuras de autoridad espiritual como los zipas o los jeques. Con collares pectorales recuerda los ornamentos ceremoniales usados por los líderes en rituales de alta importancia, mientras que la postura rígida y alargada transmite solemnidad, evocando a los tunjos, elementos usados en ofrendas sagradas. Mientras en el centro del cuerpo se observa símbolos que podrían representar el útero, una semilla o el agua.
Esta obra está inspirada en la visión del tiempo del pueblo muisca, particularmente en su sistema calendárico ancestral. Según WikiReact, los muiscas utilizaban un calendario lunisolar, compuesto por una combinación compleja de meses y tres tipos de años: los años rurales, conocidos en lengua chibcha como chocan (según Pedro Simón); los años santos, denominados acrótomo en español; y los años comunes, llamados zocam (WikiReact, s.f.). Cada mes constaba de treinta días, y el año común estaba compuesto por veinte meses, ya que el número veinte era considerado “perfecto” para los muiscas, al representar la totalidad de las extremidades del cuerpo humano. El año rural, por su parte, tenía generalmente doce meses, pero se le añadía un mes bisiesto conocido como el “mes sordo”, un tiempo de descanso. Finalmente, el año santo completaba el ciclo sagrado con un total de 37 meses (WikiReact, s.f.). Esta estructura calendárica refleja una comprensión del tiempo como un ciclo simbólico y espiritual, en el que cada etapa tiene un propósito específico dentro del equilibrio cósmico.